Esquí de travesía, una experiencia imperdible

Compartimos crónica actual de un socio que se inició en el esquí de travesía con CUBA

A pocos días de la salida de esquí de travesía que organizamos desde la Capitanía de Andinismo, les compartimos esta otra experiencia

 

El invierno es esa estación del año que separa los grupos de gente entre los que aman el frío y entre los que lo odian. Empiezan a aparecer comentarios sobre lo duro y difícil que es salir de la cama en la mañana, lo frío que está el camino al trabajo o lo costoso de entrenar. Por otro lado, están los que disfrutan de prenderse un fuego, de comer tapados en el sillón o de quedarse en casa disfrutando de no tener la obligación de salir. Entre todo esto, aparece una razón más para amar el invierno y es que nieva. Para aquellos que disfrutan de la montaña, es una combinación perfecta para hacer una escapada y disfrutar de la nieve, la montaña y hacer deporte.

Hace ya un tiempo me prometí que todos los años iba a hacer un viaje de Esquí de Travesía a algún lugar. Fui por primera vez en el 2019 con el curso de CUBA a Bariloche, dentro del programa organizado por la Capitanía de Andinismo. Me gustó tanto que decidí que todos los años iba a buscar hacer una escapada practicando este gran deporte que me había enseñado el Club.

Salimos el 28 de julio con un cronograma claro. Haríamos el Cerro Challuaco, después nos iríamos a Frey y terminaríamos en el refugio Jakob, para después volver nuevamente a la base del Cerro Catedral. Todo con esquíes, subiendo y bajando. Allá fuimos, Junto a Lucio Moreno, un amigo y socio del Club y un reconocido guía barilochense.

El Challuaco es un cerro de 2100m, tranquilo de pendiente que era clave para calentar el primer día. La subida fue algo sencillo en el inicio, pasamos por un bosque casi en llanura y pasamos ríos. Al salir era un viento fuerte y cada tanto, entraban rachas que te desestabilizaban hasta hacerte caer, y así fue. Tuvimos que levantarnos alguna que otra vez. Ascendimos hasta tal punto que la resistencia del viento impedía seguir con la piel de foca (material que se pone debajo de los esquíes para que no deslice). En ese momento, nos sentamos, guardamos los esquíes y empezamos a prepararnos para el ascenso. Mientras sacábamos las cosas de la mochila yo tuve la mala idea de no agarrar bien el casco, y tras una ráfaga fuerte de viento este salió volando. Lo quise agarrar y no llegué, lo vimos rodar hasta que la bajada de la montaña nos impedía seguir viéndolo. Todavía había chances de que al bajar lo encontremos. En ese momento no sé si fue la caída de mi casco o las fuertes ráfagas de viento, pero decidimos que no iba a ser el mejor momento subir. El viento soplaba muy fuerte a 100 Km/h y con 4 días por delante no era necesario correr el más mínimo riesgo, lo importante era esquiar. Esta sensación en la inmensidad es muy gratificante. Sentir la nieve virgen, marcar una huella, ser uno el que está en la montaña sin nadie más hace que cada paso y cada momento de cansancio valga la pena.

Mi bajada fue rápida, estaba motivado y me dedicaba a disfrutar cada curva y sentir cómo se deslizaban los esquíes. Mientras estoy esperando, veo a lo lejos una roca curva, bastante redonda y con un poco de brillo. Me parecía rara, muy distinta a las demás.  Ahí estaba cubierto de nieve mi casco, sin raspones pero 500 metros debajo de donde nos habíamos frenado! Me alegré tanto como si hubiera hecho cumbre.

Al otro día se venía la subida al Frey, un trayecto conocido ya pero que en esta vuelta se le agregaba el factor tiempo. El caminito por el filo para bajar al valle es riesgoso, hay hielo y caerse sería un problema ya que a tu derecha hay una ladera con mucha pendiente donde difícilmente puedas frenar si tomás velocidad. Una vez que lo pasamos, era momento de ponerse los esquíes y volver a tener esa sensación espectacular por el valle del Van Titter.

La subida fue molesta e incómoda por la lluvia que nos empapó, pero lo bueno es que con un día así no mucha gente iba a subir al refugio por lo que teníamos tiempo para secar todas las cosas y dado el clima de ese día decidimos que lo mejor iba a ser esquiar en Frey en vez de ir al Jakob. Más esquí y menos travesía.

Las mañanas en el refugio arrancaban con unos mates y unas galletitas que habíamos llevado. Ese día hicimos la cara noroeste del filo del Frey, bajando por el Col del cuadrado, con una pendiente normal de 35° y por la tarde la cara este, esquiando debajo de la aguja del piramidal con condiciones similares a la anterior solo que un poco más cansados.

Esa noche comimos un goulash hecho por los refugieros que, ya sea por estar a 1700 metros sobre el nivel del mar o porque estábamos hambrientos, fue increíble. Y tras hablar un rato entre todos nos fuimos a dormir, que el día siguiente iba a ser largo para volver.

La rutina matutina fue respetada exactamente igual que los días anteriores. El itinerario era cruzar la laguna Frey y subir hacia Laguna Schmoll, donde tras una subida de 1 hora por una ladera de hielos íbamos a descender nuevamente al Valle del Van Titter y ahí teníamos dos opciones: o ir para el lado del Col del viento como hicimos a la ida o subir un poco antes por el col de Mini Alaska y tomar el camino que se hace cuando vas a Frey por el filo en verano.

De haber sabido de antemano lo complejo y cansadora que era la opción 2, hubiésemos preferido caminar un poco más pero llegar al Col del viento. La opción que se usa en verano está claro porque es en esta parte del año y no en invierno. El camino fue cruzar rocas y hacer escalada tipo alpinismo con crampones, esquíes en la mochila y un cansancio de haber estado 4 días quemando las piernas. Este último trayecto fue muy cauteloso, ya que verdaderamente cualquier pifie al pisar con crampones, o hacer algún movimiento arriesgado podía generar un caída que en algunos casos era motivo para ir varios metros abajo a buscar a quien se caía.

Llegamos al auto, nos quedaban fuerzas para sacarnos las botas y para pensar en la hamburguesa que nos íbamos a comer a la noche para celebrar esta espectacular travesía. No para mucho más así que hicimos todo tranquilo y a paso lento.

Hacer este tipo de viajes afirma la promesa y revalida lo bueno que estuvo hace cuatro años en la salida de Esquí de Travesía impulsada por CUBA. Disfrutar de estos viajes, es más que vacacionar simplemente. Es desconectar un poco la cabeza de la rutina diaria para conectarla con lo que está pasando en el terreno durante largos días inmerso en la montaña. Todo esto acompañado de hacer deporte, cumplir un objetivo e interactuar con la naturaleza de una manera distinta.

 

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