40 años de CUBA en Malvinas - Nota de Manuel Torrado Parte II

La hipotermina - Rodolfo Rigoni pone el cuerpo

A continuación podrán leer la segunda parte de las notas que Manuel Torrado viene preparando sobre el viaje de CUBA a Malvinas y que en este año se cumple su 40vo aniversario.

En la revista del club se publicó esta misma nota pero por razones de espacio se tuvo que acortar. Acá la podrán leer completa.

Las notas están centradas en experiencias personales. Acá verán una de Rodolfo Rigoni arriesgándose para salvaguardar a uno de los barcos del club y al resto de la tripulación.

Nuestra vida allá:

Así como es difícil explicarles a los chicos de hoy como era la vida de los “teenagers” de aquellos años setenta, nos era difícil a nosotros entender cómo era la vida de los jóvenes en un alejado archipiélago, frío y ciertamente radiado por Inglaterra. En efecto, Las Malvinas tenían en ese entonces una pequeña pista de aterrizaje y un papel moneda que de un lado era igual a la Libra, pero en el dorso mostraba una suerte de arabescos similares a los de un naipe de cartas francesas. De ese modo la Libra Malvinense perdía valor fuera del territorio de las Islas. Para los jóvenes era complicado ir a estudiar a Inglaterra y una parte de los enfermos se trataban en nuestro país. LADE tenía una oficina en Puerto, había cruceros turísticos argentinos que comenzaban a aparecer por allí y misiones de buena voluntad, como la nuestra, que generaban un acercamiento positivo. Gobernaban, en ese momento, los Laboristas. Por aquellos tiempos estuvimos muy cerca de una salida pacífica.

En este marco, coronado por el tiempo que pasaba lentamente en un pueblo de criadores de ovejas, de clima inclemente, con terreno de turba difícil de transitar, había un Pub en el que intentamos batir al pool a los nativos de nuestra edad. Hicimos un papelón!!!. Las buchacas jugaban a favor de los nativos. Ese paño verde era como la “Play Station” de nuestros oponentes. De todos modos se portaron bien con nosotros, quizás porque en los siguientes días los sacaríamos a navegar (dado que la invitación a probar las sensaciones de la vela eran extensivas para toda la población). Dos de nuestros barcos iban a quedar allá, el Calquín (ahora Ushuaia) y el Malú (ahora Santa Cruz). Teníamos el desafío de que aprendieran los rudimentos del arte de la vela sin matarse, porque el viento siempre era intenso.

Las enormes diferencias entre gente de la misma edad fueron un aprendizaje extraordinario para abrir la mente y valorizar nuestra vida aquí. 
Poco tiempo después de este viaje, algunos jóvenes de las Islas estuvieron en Buenos Aires. Nos parecía increíble que los deleitara viajar en ascensor y se deslumbraran por la escala de Buenos Aires. Lo que los diferenciaba de cualquier visitante del interior de nuestro territorio continental era, justamente, su concepto asumido y limitante de aislamiento.

La hipotermia - Rodolfo Rigoni pone el cuerpo:

Como la intención de estas notas es relatar vivencias, no querría que quede en el olvido este singular hecho.
Comencemos por decir que los habitantes del lugar son apodados “kelpers”. Kelps son algas que, en ese lugar, toman dimensiones gigantescas y pueden detener un barco en plena navegación, dejándolo a la deriva y sin nada de gobierno. 
Por otra parte, esas aguas frías ideales para la existencia de las kelps, eran ciertamente hostiles por su temperatura. Caer en ellas resultaba una garantía de hipotermia a corto plazo, potenciada luego por el viento frío, al estar mojado fuera del agua.
Estos dos factores hacen a la anécdota en cuestión. 
Los chicos venían navegando a muy buena velocidad, cuando repentinamente se encontraron con estas grandes algas a media flotación. Se detuvieron en seco y quedaron sin gobierno, a merced del viento que los llevaba hacia una costa rocosa. 
Sin pensarlo dos veces, cuando el Grumete se iba a dar un tremendo golpe, Rodolfo Rigoni salto a la costa y, con el agua por la cintura, comenzó a empujarlo evitando daños.
Luego vino lo impresionante. Ver a alguien de nuestro equipo ponerse, literalmente, azul fue impresionante. Sólo una reparadora ducha caliente lo sacó de este estado. Por supuesto que Rodolfo, además, quedó en las sabias manos médicas de nuestro recordado Alfredo Taullard que lo dejó en perfecto estado para seguir la aventura.

Creo que es oportuno comentar que nuestros “equipos de agua” no eran ni la mitad de lo que hoy hay en el mercado. Parecíamos, más bien, lavadores de autos. Sin ropa intermedia, buenas botas, ni desarrollo de ropa interior térmica.
Atardecía sobre las Islas. Un lugar, atrayente, rudo, simple donde reinaban los Land Rovers y, especialmente, la lejanía como personaje principal. 
Allí estaba C.U.B.A., haciendo historia, mostrando el valor de su gente y, muy especialmente, representando a nuestro país.

por Manuel Torrado

(continuará)

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