Una nota en La Nación del miércoles 23 recuerda aquel logro del Rugby de CUBA en 1965. Campeón en todas las divisiones oficiales de la UAR

Horacio Pizarro, Hugo Miguens, José María Fernandez Miranda, en la foto y Domingo Segura recordaron cómo fue ese hito del rugby

La nota publicada en la edición impresa de La Nación, Sec. Deportes, puede leerse en en canchallena.com aqui:

De oro: aquel 1965 que CUBA siempre guardará en el corazón

En el mismo año que nacían los Pumas, el club de Villa de Mayo salía campeón en cada una de las categorías en la que estaba inscripto en la UAR; nadie pudo igualar la hazaña

Por Agustín Monguillot | Para canchallena.com

 

Tanto el rugby como el deporte en general tienen sus campeones al terminar cada temporada. Sin embargo, hay conquistas que trascienden el mero logro y dejan su marca en la historia. Este es el caso del Club Universitario de Buenos Aires. En 1965, mismo año en el que nacían los Pumas, CUBA salía campeón en cada una de las categorías en las que estaba inscripto en la Unión Argentina de Rugby. Una hazaña que ningún club pudo igualar. En la histórica sede de la calle Viamonte, algunos protagonistas conforman una mesa cargada de recuerdos y anécdotas. Transcurrieron 50 años del hito.

"Ese grupo tenía algo fundamental que es cabeza. Éramos ganadores y nos sentíamos ganadores", define José Maria Fernández Miranda, uno de los integrantes de aquel plantel de 117 jugadores que se consagró campeón en primera, intermedia, reserva, tercera, cuarta y quinta. "No éramos cracks, pero teníamos un equipo con mucha camaradería", explica Domingo Segura, hooker y capitán de la cuarta. Enfrente está Hugo Miguens, que por entonces tenía 19 años, era capitán de la reserva y le esperaba un futuro de Puma como un aguerrido tercera línea. "Era otro deporte", admite.

Hubo varios que jugaron en más de un equipo. En este rubro, Horacio Pizarro asegura tener el récord: "Jugué en reserva, intermedia, tercera y también debuté en primera con Hugo. Tengo la medallita con todas las categorías en las que jugué y salí campeón".

Por esos años, el club de Villa de Mayo se disputaba los campeonatos con el Atlético de San Isidro (CASI) y Belgrano Athletic. Tanto la primera como la quinta (15 a 16 años) se consagraron de forma invicta y luego se le sumaron la intermedia, la reserva y la tercera (19 a 20 años). La cuarta (17 a 18 años) terminó de completar la temporada perfecta, con su triunfo por 8 a 6 sobre La Plata Rugby, en Villa de Mayo.

Más allá del poderío que tenía la primera, en la mesa recuerdan el potencial de la tercera. "Tuvo un plantel excepcional, con varios jugadores de primera y muchos después fueron Pumas. Había tres o cuatro cracks como Hugo, Guillermo Blacksley, Enrique Mantilla o Agustín Helguera", cuenta el Negro Fernández Miranda, campeón con la cuarta y tío de Nicolás y Juan de la Cruz, hombres que forjaron a Hindú, monarca del rugby argentino durante la última década.

"Si agarrás al pack de forwards los ocho jugaron en primera. Además ese año jugábamos con Hugo y nos hicieron un try en toda la primera rueda. Una cosa increíble", agrega Pizarro, también tercera línea. Las anécdotas caen en la mesa, una tras otra. Lo más interesante es que las más ricas no son de algún partido, sino de los entrenamientos. "¡No faltábamos ni a palos! Hasta nos rateábamos del laburo para jugar", jura. La organización era con el boca a boca y no todos tenían teléfono en la casa.

El lugar era el embarcadero, como se le conoce la sede del club en Núñez. "Pensá que no existía ni la avenida Lugones ni la Cantilo. Cruzábamos por atrás de River por una vereda, entrábamos y era todo un bañado", cuenta Fernández Miranda, mientras Miguens sonríe,cómplice. Pareciera volver a sentir el crudo frío de aquellos entrenamientos en un barrial.

"Las luces era como estar iluminado con una vela", dice Fernández Miranda. Miguens le responde: "¿Y las pelotas? Eran grandes, pesadísimas y estaban rayadas de años y años. Eran de cuero, no como son ahora, de plástico y con cosas raras". "Si se tiraban tres pelotas al río se acababa el entrenamiento. Era una cosa totalmente distinta", le agrega el Negro.

"Nos cambiábamos en un tranvía viejo, abajo del restaurante. Era un placer encontrarte martes y jueves con tus amigos", se ríe Miguens. A la salida, todos se iban a comer a algún bodegón de la zona.

Todos se miran y coinciden en una misma frase: "Era otro deporte". Tiempos donde el try valía cuatro puntos y no se permitía hacer cambios, donde los quince morían adentro de la cancha. "Los chicos no pueden creer que existía eso", admite Pizarro. Todos recuerdan aquel partido en la década del 50 donde el capitán de CUBA, Horacio Achával, recibió un corte que le impedía seguir jugando. Éste se negaba a salir, hasta que el Guillermo Ehrman, histórico back de los Pumas y Pucará, decidió acompañarlo para que hubiera igualdad de condiciones.

La comparación con el rugby de estos tiempos es inevitable, pero todos coinciden en que el sentimiento de camaradería era mayor. "Antes jugábamos dos años juntos. Te conectabas un año con la camada de arriba o con la de abajo", dice el Negro. "Como eran sólo 11 los que clasificaban en Ganadores, jugábamos muchos partidos al año y terminamos muy amigos. Hoy la URBA tiene un montón de equipos", explica Domingo Segura, capitán de la cuarta.

Hay dos personas que son considerados baluartes, cada uno desde su rol: Carlos Benítez Cruz como directivo y Federico Alvarez Amuchastegui como capitán de Primera. "La Rata era directivo y Federico un capitán como los que no existen ahora: organizaba las giras, los entrenamientos, todo. Muy buen tipo, pero no era un enfermo del entrenamiento", cuenta Pizarro. La mirada es unánime: dejaron una huella en el club.

Aquel plantel no se quedó con aquel año perfecto. Le siguieron los campeonatos del 68 (compartido con Belgrano Atheltic) 69 y 70. Luego, pasaron 43 años hasta que Universitario volvió a consagrarse. "Esa locura que tenía este CUBA por jugar nunca la tuvimos nosotros, quizás también porque estábamos más acostumbrados. Tenían algo más que los demás", dice el Negro.

Hay momentos que quedan grabados a fuego en la memoria. La foto del plantel campeón en el gimnasio, repetida hace unos meses en la cena aniversario, es una de las postales más emblemáticas. "Cuando ves la fotografía con todas las divisiones y un montón de gente campeona, es un lujo extraordinario", admite Segura.

"Nos divertíamos tanto. Ya no podemos creer que no podemos jugar más, carajo. Nunca vuelve a ser igual cuando dejás de estar adentro de la cancha, pero es parte de la vida", maldice Miguens, y desencadena una carcajada general.

Todos siguieron su camino ligados al club ya sea como entrenadores y/o dirigentes, pero la mayoría continúa viéndose. Aunque de algo están seguros: Podrán pasar los años, aparecer camadas de jugadores nuevas y hasta cambiar las reglas y la preparación al punto de que el rugby se convierta en un deporte bien diferente al de 50 años atrás o al de estos días, pero el sentimiento de pertenencia a CUBA se mantendrá. Eso es inmune al tiempo. No lo cambia.

Foto P-Pidal / AFV

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