C.U.B.A., mi club, mi casa

Compartimos un artículo del Ing. Servente publicado en el portal Posdata Digital en referencia al Club

Villa de Mayo, 1963 - Foto publicada en el diario La Prensa del 17 de marzo de 1963. Fuente: Fototeca del Club

 

C.U.B.A., mi club, mi casa

 

Este año 2018 cumplí 50 años ininterrumpidos como socio del Club Universitario de Buenos Aires, casualmente el mismo año en que el club cumple sus primeros cien años de existencia.

 

C.U.B.A. no es solo uno de los clubes del país donde más deportes se practican, o uno de los que más socios tiene, va mucho más allá que eso.

 

Fundado por un grupo de universitarios de medicina, se mantuvo la exigencia de ser universitario y además la sana conducta de no dejar entrar al club presiones comerciales manteniendo su característica de amateurismo en todas sus actividades. El deporte es para mantener y desarrollar el físico, pero mucho más para enriquecer el alma.

 

Es sabido que el club ha tenido gran participación en varios deportes a nivel nacional, especialmente el rugby con toda la innegable enseñanza personal que se adquiere a través de ese deporte. Pero C.U.B.A. no es solo rugby.

 

Todo deporte enseña, de una manera u otra a ser mejores personas, y esa quizás sea la enseñanza principal del club.

 

Una administración siempre prolija y sana ha hecho de nuestro club una institución ejemplar, donde muchos socios a través de su historia le han dedicado desinteresadamente su preciado tiempo para hacerlo cada día más grande.

 

En mi vida usé todas sus sedes. De chiquito viví mi infancia y juventud en las calles y canchas de Villa de Mayo, la pileta, el fútbol, el rugby (hasta que me pidieron que juegue en mi colegio), más tarde el golf. Entrené en Palermo y en Núñez. Usaba Viamonte para hacer todo lo que podía hacer. Fui casi uno de los pioneros de Fátima donde mis hijos revivieron mi infancia en la Villa y haciendo fútbol, golf, tenis… Muchos inviernos haciendo esquí en Catedral y muchos veranos mosqueando en El Arbolito (Península Machete), un paraíso.

 

Aprendí a querer a mi club como si fuera mi casa. Siempre me sentí en mi casa, con un sentido de pertenencia que no sentí en otro lado.

 

Me viene el recuerdo que cuando solía pasar los veranos en la zona de Bariloche, uno de aquellos años tórridos y secos había varios incendios forestales y como amantes del lugar siempre estábamos presentes ayudando a combatir el fuego tan destructivo. Así fue que un día nos enteramos que había comenzado un incendio en la zona de “La Palmera” en la ladera del Cerro Catedral y avanzaba hacia la Villa; ya al día siguiente el fuego amenazaba la casas incluyendo al refugio del club. Con la ayuda inestimable de los hermanos Mavric y Belltrame logramos contener las llamas y derivar su avance hasta que todo se calmó con la lluvia. Sentí haber salvado mi casa, lo mismo que los empleados que se desvivieron para salvar nuestro club.

 

Cuento esto porque creo que muestra el sentimiento hacia mi club, mi casa. Es un sentimiento de pertenencia y de hermandad entre los consocios que se ha mantenido desde su creación, somos todos “cubanitos”. El deporte en el club nos ha dado como mayor enseñanza el pensar en los demás, el jugar en equipo, la humildad, saber ganar y saber perder.

 

Una vez conversaba con alguien de afuera que no llegaba a comprender ese sentimiento y trataba de explicarle, uno puede ser hincha de un club o de otro, pero en C.U.B.A. yo nací, y eso es muy distinto a ser solo hincha, es mi vida. C.U.B.A. es mi club, es mi casa.

 

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